Encallado navío,
te entrego mi canción
de despedida.
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Y sembrada en la sangre de mi muerte lejana
con raíces mudables bajo un tiempo de piedra,
¡Soledad!, flor nostálgica de vivientes paredes,
Soledad de mi tránsito detenido en la tierra.
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Quise llevar en la maleta
el sabor fugaz de tus entrañas
y quedó en el aire circular y cierto,
el insulto a lo viril de mi esperanza.
Ya me voy por caminos más largos que el recuerdo
con la hermética soledad del peregrino,
pero, circular y cierto, a mi costado
algo marca el compás de mi destino.
Cuando al final de todas las jornadas
ya no tenga un futuro hecho camino,
vendré a reverdecerme en tu mirada
ese riente jirón de mi destino.
Me iré por caminos más largos que el recuerdo
eslabonando adioses en el fluir del tiempo.
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La ciencia que muestra un microscopio negro
es un médico almidonado frente a una registradora.
El arte..., todo lo que el arte muestra
es la estéril mecánica de una Leica.
Un indio cargado de penas y temores (y también de añoranzas
por aquello que fue aunque no fuera
y cuyo retorno anhela),
una sonrisa estúpida de coca, alcohol y hambre.
Un sexo vendido al peso
-muy barato en América-
Un recuerdo indiferente de glándulas vacías.
Guatemala, que me dejaste
una amplia herida en el flanco
y una mujer que encuentra en sus pesares
la oportunidad de succionarlas y succionarme,
un vago sentimiento de sollozo dilapidado.
Y hay un hilo que une, una a una, las cuitas:
es el grito del hombre que despierta.
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Así cuando este día con mano temblorosa
pongo mi prisma en un registro ambiguo.
Con el sabor extraño de fruto encajonado
antes de consumar la madurez al árbol.
A veces no percibo su llamado
desde mi alada torre de viejo solitario,
pero hay días que siento despertar al sexo
y voy a la hembra, a mendigar un beso;
y sé entonces que jamás besaré el alma
de quien no logre llamarme camarada...
Sé que los perfumes de valores puros
llenarán mi mente de fecundas alas,
Sé que dejaré los agnósticos placeres,
de copular ideas sin funciones prácticas.
Sé que el día del combate a muerte
hombros del pueblo apoyarán mis hombros,
que si no veo la total victoria
de la causa porque lucha el pueblo,
será porque caí en la brega
por llevar la idea hasta un fin supremo,
lo sé con la certeza de la fe que nace
quitando del plumaje el cascarón antiguo.
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Cristo, te amo
no porque bajaste de una estrella
sino porque me revelaste
que el hombre tiene sangre
lágrimas,
congojas,
llaves para abrir las puertas cerradas
a la luz.
Sí..., tú me enseñaste que el hombre es dios,
un pobre dios crucificado como tú.
Y aquel que está a tú izquierda
en el Gólgota,
el mal ladrón,
también es dios.
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