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viernes, 2 de agosto de 2013

Evaristo, Dios y el capitalismo.

Supongamos que se llama Evaristo. Supongamos que no lo conozco.

En 2011, a Evaristo un médico cubano le diagnosticó cáncer de pulmón. Le dijo que ya era irreversible. Que no había nada que hacer. Y el ser humano, siempre empeñado en que le perfumen la mierda, confundió esa sinceridad, tan escasa en este mundo, con crueldad. Acostumbrados a adornos, a esperanzas, a sonrisas falsas, recibieron con desagrado que alguien les dijera la realidad tal como era: Va a morir.

"¡Esos médicos cubanos no saben nada!"

Evaristo y la familia fueron a una clínica privada. Donde, según ellos, sí saben de medicina. En la clínica privada les confirmaron (ya siendo el año 2012) que sí, que Evaristo tenía cáncer... ¡Peeero! Eso no es todo. En la prestigiosa clínica privada le dijeron a Evaristo y su familia que el cáncer no estaba "tan" avanzado.

Evaristo y su familia, creyentes todos (católicos, evangélicos, santeros y hasta darwinistas), pusieron toda su fe y esperanza en ese "no tan avanzado". En la consulta todos reían: Evaristo, familia y doctor. Evaristo y familia reían, nerviosamente, esperanzadamente, porque quizá la realidad iba a cambiar de la noche a la mañana. El doctor reía, seguramente, esperanzadísimamente, porque la realidad no iba a cambiar. Porque él sabía lo que iba a pasar y sabía que la playa en Margarita es más sabrosa cuando se disfruta con Heineken o Bavaria bien fría.

Y así se fueron, Evaristo y su familia, felices, contentos, esperanzados, llenos de ilusiones.

Y así se fue el médico, feliz, contento, seguro, lleno de seguridades.

Un año después, Evaristo, ya había sido sometido a múltiples quimioterapias y radioterapias. En su mano se notaba la quemadura que causa la inyección. En sus muslos ya se notaba la flaqueza. En sus ojos ya se notaba el dolor. Lo que no se notaba, ni en las placas ni en los exámenes de sangre, era la ausencia de cáncer. Lo que tampoco se notaba, por ninguna parte de Evaristo y mucho menos de su familia, era la desesperanza. Todos, absolutamente todos, como ciegos guiados por un bastón hecho médico, confiaban en la quimioterapia.

Lo que tampoco se notaba era la preocupación del médico.

Un año de quimioterapia. El médico dice: "El tumor solo ha logrado aumentar de tamaño". Todos lloran. Todos acusan al doctor de estafador, de charlatan, de haber jugado con la salud de Evaristo, con la esperanza de su familia, con la ilusión de la vida. Todos, los católicos, los evangélicos, los santeros y hasta los darwinistas, maldijeron al médico. Lo condenaron al infierno.

Ellos, Evaristo y sus familiares, entre tanta maldición, entre tanta arrechera, entre tanta mierda... Creyeron que el capitalismo era cuestión de una sola persona, de un solo médico, de una sola clínica... ¡Y consultaron a otra persona! ¡Que era otro médico! ¡Que era de otra clínica (más prestigiosa, claro)! Y adivinen qué les dijo esa otra persona, ese otro médico, de otra clínica (más prestigiosa, claro)...

Sí, les dijo que había esperanza. Y sí, Evaristo y la familia, como buenos católicos, evangélicos, santeros y hasta darwinistas, lo creyeron.

Y sí. Resumamos: Se volvió a repetir la historia. Quimio (dinero), más quimio (más dinero) y mucha más quimio (y mucho más dinero). Un día a un familiar se le ocurrió preguntar: "¿Y hasta cuándo quimio, doctor?" Y el doctor tuvo las santas putas bolas de responder: "Hasta que la aguante".

¡HASTA QUE LA AGUANTE!
¡HASTA QUE LA AGUANTE
¡¡¡¡¡HASTA QUE LA AGUANTE!!!!!

Todos sentimos dolor. A veces sentimos más dolor al ver sufriendo a otro. Pero nunca sufrimos tanto dolor como cuando vemos a un familiar sufriéndolo. Y que venga un muy prestigioso médico a decirte: "Él va a seguir sufriendo mientras no se muera"... ¿Y todo por dinero? Maldito hijo de puta.

La desesperanza aumentó. La familia de Evaristo acudió a brujos, santeros, naturistas y todo charlatán que dijera que podía curar el cáncer... Incluso acudieron a Dios.

Dos años han pasado. Dos años de estar en una cama. Dos años de Evaristo y su familia pagando quimio tras quimio. Dos años de Evaristo en una cama. Dos años de Evaristo pudiendo haberse cogido mil putas... Pero no, las mil putas se las cogió el doctor. El doctor con la plata de Evaristo.

¿Dios? Dios sigue siendo la mejor publicidad para los doctores. Por eso vemos clínicas llamadas "Santa Virgen de La Estafa" y "Dr. José Gregorio El Fraude". Los doctores felices con la esperanza. Mientras haya esperanza, habrá Evaristos y Evaristas que, antes de morir, les paguen la camionetota.

¿Hoy? Hoy los doctores ya no ven a Evaristo. Ya no hay excusa para verlo. Ya no hay quimio que aplicar. De vez en cuando llega una noble enfermera y le dice tres palabras bonitas, sinceras, de apoyo... A veces Evaristo sonríe. Pero no sonríe tanto como el médico con su dinero.

Y ahí sigue Evaristo: Condenado por Dios y el capitalismo.


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