Etiquetas

lunes, 26 de agosto de 2013

Me fui a morir y no pude.

Pi... Pi... Pi... Pi... Pi... Pi... Pi... Pi............ Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Listo, me morí.

No habían salido las primeras lágrimas de los ojos de mis familiares y ya habían llegado varías personas. "Venga y firme por acá". "Debemos llamar a no sé dónde". "Tiene que buscar el certificado de que su dolor es genuino". "Debe buscar una ropa decente, ¡primero muerto que parecer pobre!". "¿Ya conoce nuestros cómodos planes de financiamiento?"

Yo estaba callado, inerte, poniéndome frío, pero podía escucharlos. Entre el llanto, entre el dolor, ellos tenían que ir a buscar un certificado, algo que les dijera que yo de verdad estaba muerto. Otros fueron a buscarme ropa, y la más bonita, por cierto. Porque es muy útil para un muerto estar bien vestido cuando los gusanos vayan a devorarlo.

18 mil bolívares. DIECIOCHO MIL BOLÍVARES. Eso fue lo que tuve que pagar, aún estando muerto, para que me pudieran rellenar de químicos y algodón para luego ser exhibido en un altar morboso y repugnante, y así pudieran venir a ver mi cuerpo sin vida. ¿Puede existir algo más sádico que contemplar un cadáver? Además que yo, que nunca he regalado flores ni a una novia, tuve que pagar varias coronas para mí mismo. A mil bolos cada una. Yo mismo me llevé flores. Y ni las vi, porque estaba muerto. Sí, soy un muerto que le gusta llevarse flores a sí mismo. ¿Tiene sentido esto?

Oye, y llegó el sacerdote. Vino a decirme que yo voy a vivir una eternidad al lado de unicornios y mujeres en pelotas. Claro, a él la funeraria le paga por decirme eso. El muy cabrón no sabe quién era yo, pero dice que fui bueno y que tengo a Dios agarrado por la barba. Y no conforme con esto, pasa una canastita para que, en medio del dolor, mis familiares y amigos puedan darle algo pa los frescos. ¿Ven? Muy cristiana la cosa.

Luego de pagarme mi espectáculo, me dijeron que debía pagar mi lugar de eterno descanso. ¿Eterno descanso? ¡Pero si yo no me voy a quedar ahí para siempre! En unos años sólo quedará polvo. Aún así, debo pagar mi "Cristiana sepultura". Yo, ateo, debo pagar mi cristiana sepultura. Y, es tan cristiana, que el hueco en la tierra donde voy a pudrirme, cuesta la modesta suma de 34 mil bolívares. Sí, yo voy a pagar 34 mil bolívares para que me tiren en un hueco y luego corten la gramita encima de mí. Porque eso es algo que valoramos los muertos, una gramita verdecita cortada al ras. Nos ayuda a ser felices en nuestra inexistencia.

Y como si eso no fuera poco, me dicen que también debo pagarme la lápida. Una lápida vendría siendo como una identificación, como un número de casa (hueco) para que Ipostel pueda llevarme las cartas que nosotros los muertos solemos recibir con tanta frecuencia. Además, también se puede escribir algo para agrandar mi ego, algo como "Aquí yace el negro más sabroso que ha parido esta tierra" o una vaina así, porque el ego es bastante importante para nosotros los muertos. No importa si fuimos felices, importa es cómo nos recuerden. Ese pequeño detalle me cuesta 7 mil bs. Siete mil. Sí. Y todo para que Ipostel se tarde una eternidad en entregarme mis vainas.

Yo, muerto, pensé: "Esta gente se alegra cuando la gente muere. Esta gente vive feliz, sonriendo, porque hay gente que muere. Y ellos dicen frases como 'Este fin de semana estuvo bueno' porque ese fin de semana seguro hubo muchos muertos. Cada lagrimita tiene un precio, cada grito desconsolado significa una sonrisa para ese agente de ventas. Cada familiar dolido significa una costosa corona de flores. Cada ojera significa una taza de café que nos hacen creer que es gratis porque son muy comprensivos con nuestro dolor. Yo me morí, y no escatiman en gastos. Mientras más gastan, más me quisieron. Mercantilizamos el amor, el dolor, la vida y la muerte. Ya hasta pa morirse hay que tener plata".

Me arreché, me paré y maldije a todos. Prefiero vivir como zombi que deberles hasta mi culo lleno de gusanos a esta gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario